Es muy interesante conocer lo que es realmente esencial en la relación del hombre con Dios y el valor que comporta tal interacción. Cuando fijamos nuestra mirada en la carta del venerable apóstol Pablo a la iglesia en Tesalónica (1 Tes. 5: 23) hemos de percatarnos de la composición total del ser humano. Allí leemos así: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Hemos de observar que el apóstol identifica la composición con el valor que la avala. Fallar en comprender lo esencial y determinante de este pasaje bíblico es incurrir un grave error.
Como Pastor y consistente estudiante de las Sagradas Escrituras, es de orden ubicar con precisión la seriedad que el alma de cada ser humano tiene ante los ojos de Dios. Cada alma ha de ocupar un lugar de preponderancia en el esparcimiento del evangelio, en la viabilidad de hacerlo factible y entendible, así como hacerlo atractivo y necesario. La persona y la obra de Cristo a favor de la humanidad contenida dentro del evangelio que informa, identifica, orienta y transforma no puede ser desestimada o pasar inadvertida. La evangelización Cristo céntrica abarca todo estrato social, cultural, educacional, económico y religioso. Lo esencial es ganar al pecador para Cristo. Dicho de otro modo, que las almas sean salvas a través de Jesucristo. Cierto es que todo pastor desearía que los que se convierten a Cristo a través del ministerio de la iglesia que pastorea fijaran su membrecía en tal congregación, pero no siempre es posible. Con todo, eso no debe detener que la pasión evangelizadora y educacional mengue su efectividad, pues el ganar almas para Cristo es lo medular. Por ello: “Almas, mucho más que miembros”.
La labor pastoral y ministerio es algo tan amplio que requiere entre otras cosas intimidad con Dios, llamado genuino, conocimiento bíblico, preparación, integridad, saludable mayordomía y pasión en apacentar el rebaño. Toda vez que se piensa en el rebaño, se intercede por él ante Dios, se le transmite guianza, orientación y cuidado pastoral, hay que tener presente quien es Dios en la vida de cada alma incluyendo la del pastor. Al fijar la mirada en cada persona sea congregante, visita o prójimo por fuerza hay que reconocer que estamos frente a lo que Dios ha valorado tanto y la razón por la que gustó la muerte. Es deber del pastor valorizar el sacrificio de Cristo en cada alma que Dios pone en sus manos para ser el instrumento que ayude en la edificación y preparación espiritual a la gloria de Dios. Muchos pastores han fallado en su llamado y labor ministerial al solo esforzarse por tener miembros sin importarle el estado espiritual del rebaño. En Proverbios 27:23 dice: “Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas, y mira con cuidado por tus rebaños”. Amados, “almas, mucho más que miembros”. Tener un corazón pastoral no es algo hereditario ni aprendido en seminarios bíblicos, a tenor con ello es de orden señalar que tener buen deseo o magnifica disposición hacia la integración de la pastoral no capacita ni autentica la voluntad de Dios en el ejercicio de la función. Aquellos a los que Dios ha llamado al ejercicio y función pastoral inequívocamente tienen evidencia de tal llamado con una experiencia única que no pueden negar, han sido marcados por Dios y para Dios. Por ello precisamente al estar frente al rebaño, simpatizantes del evangelio, amigos o el prójimo tiene que verlos como Dios les ve. Son almas, sí almas con necesidades espirituales que requieren cuidado, amor, compasión y Palabra viva. Lamentablemente, muchos usuarios del altar en la pastoral solo ven un signo de dólares en cada persona, otros ven beneficios personales y otros creen tener alguien más que se les une para que su lista de seguidores les haga sentir más grande y ufano. Eso es contrario a lo que es apacentar. ¿A caso se ha escapado entre otras cosas lo que ello comporta? ¿Cómo se puede ser pastor sin apacentar? Procurar tener solo miembros olvidando las necesidades y urgencias del alma no solo es horrible es desastroso sino vergonzoso. La hora que vivimos nos debe advertir que está por ocurrir proféticamente hablando. Considero que hemos actuado procurando estructurar al máximo los delineamientos para la recepción de miembros, obtención de títulos y presentación de espectáculos eclesiásticos en nombre de Dios y nuestras habilidades. Si eso es parte del evangelio, que tal las almas por las que Dios condesciende hasta hacerse hombre y morir por ellas para salvación. ¿Dónde está nuestro llanto y pasión por las almas? Les suena eso familiar o es que nunca se ha practicado. Dejemos que esta palabra impacte nuestro ser… leemos… en Lucas 9:56 Porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea”. Miremos además su contexto: Lucas 19:10 “porque el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido. (ver Juan 10:10; 3:17) El valor que cada alma tiene para Dios no debe ser filtrado a través de nuestros caprichos, concepciones peculiares espiritualizadas, requerimientos del ego y del orgullo al margen de los beneficios atrincherados en una teología locuaz fuera del temor reverencial a Dios. Hoy más que nunca levantemos nuestro corazón a Dios para ofrecerlo en sacrificio procurando serle fiel cada día, ministrando con avidez y sinceridad. ¡Que sea Dios glorificado en la ministración efectiva sobre las almas! Todas las almas necesariamente no son miembros, todos los miembros tienen alma. ¡Almas, mucho más que miembros!